Damian Szifron debuto en la opera con “Sansón y Dalila”
La versión de “Sansón y Dalila”, curiosa “grand ópera” de Camille Saint-Saens, con el director cinematográfico argentino Damián Szifron como regisseur y dirección orquestal de Daniel Barenboim, cosecharon aplausos y algunos abucheos en su primera presentación en la Opera Estatal de Berlín, según publicaron varios medios impresos y digitales alemanes.
La definición de “grand ópera” tiene que ver con que la riesgosa obra del compositor francés Saint-Saens tiene que encuadrar en ese subgénero, que supone temas históricos con impresionante despliegue tanto orquestal como escenográfico, su estilo recitativo y la inclusión de ballet.
Al salir para el saludo final, el director de películas como “Relatos salvajes” y series de televisión como “Hermanos y detectives” y “Los simuladores” fue abucheado por el público que colmaba la sala para este estreno. Fue Barenboim que después de la primera reacción del público convocó nuevamente al cineasta para que juntos forzaran a un aplauso más intenso que eclipsara las reacciones adversas.
Die Taggespiegel dijo acerca de la presentación que “la estética antigua, magnífica y artesanalmente brillante que muchos en la sala no quieren soportar (… ) Lo que los enojados están pasando por alto es que esta noche es coherente en sí misma, porque la música también encaja en el concepto de manera entusiasta”.
La mirada crítica a la puesta de la obra con libreto de Ferdinand Lemmaire a cargo de Szifron tiene que ver con la poca osadía que supuso para un director que proveniente del cine era de esperar aportara algún riesgo escénico al clasicismo del original.
Tras el éxito de “Relatos salvajes”, Szifron, que ahora tiene 44 años, estuvo detrás de proyectos en Argentina y luego en los Estados Unidos, que después de muchas idas y venidas al menos todavía no se materializaron, como el último “Misanthrope”.
El propio Szifron publico este descargo en su facebook personal:
“Estimados,
Como muchos se habrán enterado, aunque con cierto grado de distorsión, tras el estreno de “Sansón y Dalila” protagonicé un episodio digno del circo romano: mientras la gente en la platea aplaudía de pie, un grupo comenzó a abuchear ferozmente desde la oscuridad del pullman. Hasta me informaron de un altercado entre detractores y defensores que casi llega a las trompadas en el guardarropa del teatro. Me explican que es habitual que esto suceda durante un estreno de ópera en Berlín, y muchos aseguran que la polarización y la polémica terminan siendo positivas. Definitivamente no fue así como lo viví, pero el tiempo dirá. Mientras tanto, el boca en boca pareciera esquivar la negatividad: las plateas para todas las funciones de este año se agotaron al día siguiente del estreno, la ópera estatal de Berlín confirmó su reposición para 2021, y otra importante casa de ópera de Europa, cuyo director estaba presente en la sala, la invitó para su temporada de 2022.
Comparto la crónica que publicó Der Tagesspiegel. Más allá de su crítica elogiosa, los argumentos que esgrime el periodista para explicar la controversia me resultan válidos.”
DAMIÁN SZIFRON Y DANIEL BARENBOIM PRESENTAN UN MEGA ESPECTÁCULO EN LA ÓPERA ESTATAL DE BERLÍN, PERO NO TODOS PARECEN ENTUSIASMADOS
Por FREDERIK HANSSEN – Der Tagesspiegel
Después de que Daniel Barenboim y los solistas vocales hubieran sido celebrados en detalle, ingresa al escenario un hombre delgado y de aspecto juvenil para enfrentarse a un salvaje Buhsturm.
Damián Szifron está visiblemente aturdido: el hombre de 44 años proviene de Argentina y no conoce esta costumbre del escenario alemán. Además, esta tarde fue su debut como director de ópera. En su tierra natal, es una estrella que alcanza a millones de espectadores con sus películas y series de televisión.
El jefe de la ópera estatal, también nacido en Argentina, invitó a Szifron a presentar “Sansón y Dalila” de Camille Saint-Saens en el teatro Unter den Linden. La elección de la pieza fue particularmente arriesgada, ya que el compositor francés se destacó en su larga vida, que transcurrió entre 1835 y 1921, en casi cualquier forma musical. Sólo para la ópera carecía del toque dramático.
Saint-Saens ha escrito trece obras en este género, pero únicamente “Sansón y Dalila” llegó al repertorio, a pesar de que esta obra no fue diseñada para la escena, sino más bien como un oratorio del Antiguo Testamento.
Tan maravillosas como suenan las melodías de la pieza, y tan elegantemente orquestadas por Saint-Saens, la historia del amor fatal del hebreo Sansón por la filistea Dalila es virtualmente imposible de representar: el libreto es una consecuencia del tableaux vivants, los “cuadros vivos” con los que a la burguesía del siglo XIX le gustaba recrear eventos históricos. Quien tiene esto en mente, a Damián Szifron debe rendírsele el mayor de los respetos por la conducción de su personal y por el naturalismo con el que entiende la historia.
Szifron tiene una fantasía tan desbordante que incluso puede encenderla en esta trama acartonada. Para el coro de apertura, que desde la composición musical no solamente es largo sino que exhibe un aire académico, simplemente inventa una historia: hace llorar a todo un pueblo enterrando de manera ritual a una niña judía que murió por inanición.
En el dueto de amor, el director encuentra una gran imagen para el orgullo de Dalila: cuando Sansón duda indefinidamente entre el deber religioso y la inclinación erótica, ella le arroja el contenido de su copa a la cara para traerlo de vuelta al aquí y ahora. Más tarde, Sansón se deja llevar por su libido y se lanza como un violador sobre el objeto adorado, de modo que el corte con cuchillo con el que Dalila lo priva de su cabello mágico se convierte en un acto de defensa propia.
En Berlín, no existe director de cine que haya dirigido una ópera por primera vez y haya alcanzado una puesta en escena tan estricta ni orgánica en su hiperrealismo. No lo hizo Doris Doerrie, ni siquiera Volker Schlöndorff y ni mencionar a Wim Wenders. Que Damián Szifron el domingo haya despertado la ira de estos espectadores probablemente se deba a que la puesta evoca las películas históricas del Hollywood clásico. En 1949, Paramount lanzó su producción monstruosa de “Sansón y Dalila”, con Hedy Lamarr como diva y mares de extras. Sin embargo, es muy honorable y digno de Cecil B. DeMille lo que el escenógrafo Etienne Pluss y la diseñadora de vestuario Gesine Völlm han conseguido en el Unter den Linden.
UN ESCENARIO HIPERREALISTA, ¿CUÁNDO FUE EL ÚLTIMO?
En el primer acto, vemos chozas de barro frente a un fondo de roca, sobre el que se extiende un cielo que refleja en formaciones de nubes y coloraciones todas las emociones musicales sugestivas (Diseño de video: Judith Selenko).
En el intermedio del segundo acto, una escenografía completamente nueva se eleva desde el escenario subterráneo, esta vez una cueva en la que, por supuesto, arde fuego real, mientras que afuera la niebla flota y centellea un rayo.
Finalmente, llena el escenario el Templo de los Filisteos y el director desata una orgía diferente a cualquier otra cosa que hayamos visto: pervertida, brutal y auténtica, con bailarinas desnudas, adolescentes asesinos y el coro en transe en un baile salvaje.
Es esta estética poderosa y desbordante pasada de moda, magnífica y artísticamente brillante, que muchos en el salón no se pueden permitir. No en Berlín, la capital de Euro-Trash, el punto de encuentro de la vanguardia del escenario, donde se diseña el futuro del teatro y no tiene lugar la historia del cine.
Lo que los enojados pasan por alto es que esta noche es concluyente, porque la música también encaja en el concepto de una manera inspiradora. Daniel Barenboim presenta la partitura en un Technicolor que se escucha: los tonos brillosos y brillantes de la Staatskapelle irrumpen fantásticos, como si provinieran de muchos más músicos de los que realmente se sientan en el foso de la orquesta.
ALTO VOLTAJE PERMANENTE
Al igual que con Verdi, la táctica de Barenboim es combinar la máxima precisión y transparencia en la técnica con evidente pasión en la expresión. Esto no siempre suena típico francés, pero desarrolla un enorme efecto de succión y garantiza un alto voltaje duradero.
Que permite a los artistas en el escenario dejarse llevar: el coro perfectamente preparado de Martin Wright, Kwangchul Youn, quien, como el tirano Abimelech utiliza poderosamente todos los músculos de las cuerdas vocales, y Brandon Jovanovich, cuyo Sansón más que un tenor es un todoterreno, porque también encuentra tonos suaves en sus dudas y pensamientos, incluso cuando tiene que cantar su gran aria en el tercer acto en la postura más incómoda, colgando de una cuerda con los brazos hacia arriba y las manos atadas.
Fría y calculadora, flexible e irresistible como una oponente de James Bond, Elina Garanča brilla en el campo escénico y el musical, haciendo el truco de cantar su aria “Printemps, qui comience” con legato perfecto, como si necesitara de hecho sólo una respiración.
Y por sobre todas las cosas, Michael Volle se divierte a lo loco: su Supremo Sacerdote intriga mientras escupe veneno y hiel y embiste con toda su potencia: un Jack Nicholson desquiciado en bata y un barítono de lujo. Esto es una gran ópera en Cinemascope.
“Sansón y Dalila” puede verse en el Staatsoper Unter den Linden nuevamente los días 27 y 30 de noviembre, y 4, 7, 11 y 14 de diciembre.